El tatanet

 

Era el primer día que poníamos en práctica nuestro proyecto y ya teníamos a la guardia urbana delante, un buen comienzo para nuestra aventura. Ante la falta de respuesta de la administración, y dado que estábamos en el mes de junio, habíamos decidido acampar literalmente en el Parc de l’Espanya Industrial que, desde hacía meses, nos había servido de centro de reuniones, de club social e incluso de oficina de recursos humanos donde entrevistábamos a las educadoras en la primera parte del proceso. Así que ahora estábamos allí, con una pequeña piscina, una tiendecita de campaña, muchos juguetes, una educadora y varios padres. Del otro lado, parece ser, vecinas atónitas y la policía diciéndonos que allí no podíamos estar, y muchísimo menos bañar a las niñas. Para eso estaba la piscina municipal.

Este comienzo no es nada anormal si tenemos en cuenta que nuestro pequeño gran proyecto nunca ha tenido el camino fácil, sino más bien al contrario. Vino al mundo sin nombre ni apellidos, sin futuro ni pasado, sin edad, sin pautas…, pero con una cantidad de energía e ilusión sorprendentes. Una de las familias había colocado un anuncio en la red con el objetivo de crear un grupo de crianza compartida para nuestras niñas. Después el resto se fue sumando, unos antes, otros después, unos que hablaban más, otros que hablaban menos, unos más leídos, otros justo en el comienzo, pero todos con las mismas ganas de crear una pequeña islita donde nuestras hijas, y digo hijas porque esta primera fase era asombrosamente de corte femenino, pudieran crecer con el respeto que considerábamos no sólo necesario sino obligatorio en su proceso de desarrollo.

Ese fue el verdadero inicio, la semilla, en el mes de junio del año 2008, en el césped del parque más industrial de Sants sin más logística que nuestros  tápers de fruta y cosas ricas, algunos bolígrafos y papeles y una idea muy clara: en septiembre empezaría a funcionar nuestra “escuelita”.

Entonces tuvimos que leer, discutir, proponer, hacer gestiones, reunirnos, definir el proyecto para entregar a la administración y cerrar el grupo de algún modo para saber con cuántas familias contábamos. Todo fue relativamente fácil excepto dos cosas. La primera, y comprensible, cómo explicarle a las familias que íbamos a crear una escuela que todavía no contaba con espacio físico, ni datos, ni nombre… Era como ofrecer el corazón pero no poder garantizar nada a tiempo real. La segunda, y nada comprensible teniendo en cuenta la situación de la educación en nuestro país, la falta de un techo bajo el que poder comenzar y el hecho de que, haciendo la cuenta de la vieja, era imposible que aquello también lo costearan las familias. Era obvio que el ayuntamiento debería cedernos uno de los muchos espacios con los que cuenta, y era más obvio aún que nos enfrentábamos a un hueso duro de roer. Era como decirles “necesitamos un local para crear una escuelita diferente, donde los niños y niñas tengan capacidad de decisión y autonomía, donde no tengan que adaptarse llorando y sin tiempo, donde los padres puedan entrar y salir a su antojo y deban participar de forma activa en la educación de sus hijos. Queremos que dejen en nuestras manos este asunto porque no nos convence demasiado cómo lo gestiona la mayoría de ustedes…”. En definitiva, teníamos dos serios problemas y, por si fuera poco, los dos iban de la mano.

Entre las reuniones al aire libre, donde cada vez acudía gente diferente, y la imposibilidad de ofrecerles algo tangible, las familias iban y venían sin rumbo, y sólo un pequeño núcleo se mantenía contra viento y marea. Posiblemente eran los más optimistas, y probablemente también los más temerarios. Y así fueron pasando las semanas hasta que decidimos ponerle una fecha y un compromiso al asunto, anunciando que las familias comprometidas abonarían la primera matrícula a pesar de no saber aún dónde iríamos a caer. Sobra decir que este filtro, natural y sensato, delimitó en pocos días a los que nos íbamos a quedar en el proyecto, que tras votaciones, dudas y charlas, decidimos que se llamaría “El Tatanet”.

Ahí comenzó un ir y venir a ayuntamientos y oficinas difícil de olvidar. El trabajo se repartió sin problema entre las familias que quedamos, cada una colaborando en la medida que el tiempo y la disponibilidad le permitían. Bautizamos la escuelita dando de alta su nombre como asociación y pagamos las tasas necesarias para que nos tuvieran en cuenta. Barajamos las posibilidades de lugares donde pedir acogida y subvención, y nos reunimos con algunas personas que considerábamos importantes para que nos orientaran sobre cuál era la mejor forma de organizarlo. Creamos el anteproyecto, el proyecto, el requeteproyecto y, con la ayuda de otro proyecto similar, la Magarrufa, que nos dio las pautas para continuar, cerramos los estatutos y los entregamos en la oficina adecuada. Abrimos una cuenta bancaria e hicimos, en definitiva, todo lo necesario para ser legales. Indigentes pero legales, por algún lado se empieza. De este modo, y tras muchas asambleas, quedó claro lo que seríamos: una asociación de crianza compartida, donde los padres trabajarían de forma activa un día a la semana junto a la educadora, encargándose también de la administración, la pedagogía, la logística y la comida. Teniendo claro esto, pensábamos que el resto sería coser y cantar.

Así nos situamos en septiembre, y comenzaba el Tatanet. Lo habíamos conseguido todo, las familias, la educadora, el bautismo legal, e incluso la adaptación de las niñas, que con tanto encuentro en el parque conocían perfectamente a los demás papás. Nos encontrábamos en el inicio de esta historia: nuestro primer día y con la policía delante.

Tras este primer contacto con la autoridad, pasaron varios meses de peleas en oficinas, tristezas, alegrías, despedidas y familias que no aguantaron la situación, pero conseguimos ganarle un pequeño espacio interior, y otro muy grande exterior, al centro cívico La Magoria que, gestionado por dos estupendas mujeres, nos dieron el apoyo de los primeros días e incluso meses. Éramos como ocupas cargados de pequeñas a los que era difícil decirles que no, y lo cierto es que nadie nos lo dijo directamente. Se limitaban, lo que es mucho peor, a darnos largas. Y entre largas y largas no sólo los ánimos, sino también los medios económicos tras el abandono de algunas familias, lo empezaban a poner todo difícil.

Pero, justo cuando más preocupados estábamos, apareció el milagro. Y nunca mejor dicho, porque milagrosamente fue la Parroquia de Sant Medir quien, tras las gestiones de una de las familias, nos cedió un espacio maravilloso en su escuela, con muchos metros y todavía más luz. Luz del sol que entraba por las ventanas, y luz que veíamos después de tanta lucha. Siempre estaremos agradecidos por esta ayuda tan generosa e incuestionable.

Es en este espacio lleno de sol donde nuestro Tatanet va a cumplir dos años, y donde nuestras hijas han crecido muchísimo. Pocos quedamos de los que empezamos, pero otros se han unido, empujando y remando en nuestro proyecto para que salga adelante. Después del primer año, nuestra educadora Judit, que cuidó con ternura a nuestras niñas desde el principio, dio paso a otra joya vestida de lila que se llama también así, y que ha transformado y ordenado el proyecto, y a nosotros mismos, con una entrega, una paciencia y un amor imposibles de describir. Lila llegó así, con las manos llenas de regalos y una paz y serenidad que pedíamos a gritos, pero que aún no habíamos logrado. No sólo ordenó el espacio y estableció el silencio, sino que también nos puso los pies en la tierra, nos dio las pautas para acompañarla en el día a día y comenzó el camino que ahora seguimos recorriendo y que está trazado bajo las líneas de la educación viva. Siempre a la altura de los niños, siempre velando por ellos, siempre al tanto de la más mínima sensibilidad, siempre respetándolos y queriéndolos sin entrometerse en su espacio, nuestra Lila ha cohesionado y entrelazado el grupo para que, pese a los problemas que tenemos como cualquier gran familia, la empatía, la bondad y la buena energía fluyan entre nosotros. Con su paciencia y su serenidad ha sabido lidiar con unos padres llenos de buenas intenciones, pero muy a menudo atribulados por compaginar el día a día laboral y la educación de sus hijos.

Y ¿qué decir de nuestros hijos e hijas? Este pequeño mundo que les hemos construido puede ser mejor o peor, pero es el nuestro. En él hemos aprendido de ellos. Tatanetes y tatanetas nos dan las pautas para crecer en el día a día, haciendo de los tópicos una realidad. Cada palabra, cada gesto, cada momento de concentración, cada decisión que toman con apenas dos años, nos demuestran que el modelo sirve. Sin chantajes y sin engaños, acompañándoles en los momentos duros y en el juego, haciéndoles responsables de su mundo, situándonos a su lado en la mirada que aportan y en el entorno que descubren. Respetando su juego, su trabajo, su autonomía, su ser único e incuestionable, cuidando hasta el más pequeño detalle para que empiecen la vida como seres especiales que son. Así, en horizontal, siempre en horizontal, haciéndonos grandes bajándonos a su altura.

Hoy el Tatanet ya es un muchacho, pero le falta mucho para la madurez. Ha crecido como un roble, pero aún se tambalea de cuando en cuando. Llora a menudo, pero su carácter es alegre. Ha sufrido crisis y pataletas a lo largo de este tiempo, pero es sensato y cariñoso. También a veces es nostálgico y caprichoso, probablemente porque empieza a separarse de sus padres y le cuesta aceptar que existen posibilidades de que la fusión absoluta del principio empiece a disminuir de forma natural. Sigue tomando mucha teta, pero ya la está dejando y eso también le cuesta. Normalmente duerme bien por las noches, pero a menudo se desvela y no sabe hacia dónde ir. Entonces le entra un poco de miedo, pero por la mañana vuelve a despertarse sabiendo que es muy fuerte y que todo saldrá bien. Es muy seguro e independiente, a pesar de que algunas veces no sepa demostrarlo. Es juguetón y come mucho, a menudo demasiado. Le gusta el sol y las salidas al parque, y le encantan los caballos. Cada día está mudando, cambia de opinión y se equivoca para luego volver a cambiar. No le cuesta pedir disculpas y no conoce el rencor. Cuando lo miman mucho se acostumbra, y después cuesta decirle que no. Da bastante trabajo, y muchos días no quiere recoger los juguetes. Tiene muchísimos amigos porque es generoso y siempre está abierto a los demás. No sabemos qué quiere ser de mayor, pero respetaremos sus pasos. Tiene un futuro bastante incierto, pero ¿alguno de nosotros no lo tiene?

A quienes fueron, a quienes son y a quienes serán el Tatanet, gracias.


2 comentarios en “El tatanet

  1. Hola,

    Abans de tot,felicitats pel coratge dengegar un projecte com el tatanet
    Estic intentant engegar un projecte similar a Sarrià, Barcelona.
    Com puc fer la difussió, per internet, per arribar a les families?

    Moltes gracies,

    Barbara

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